
Un excelente juego no siempre debe tener finalidad y por lo tanto forma de perder o ganar. Este concepto estaba claro en los tantísimos ejemplos del viejo mundo de la Commodore 64, pero tendía a la desaparición con la popularización de las estupiconsolas. Por suerte en el amplio mundo del Flash cada tanto nos encontramos con maravillas refrescantes como Feed the Head. Una experiencia breve pero tan inolvidable como inefable.
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